Luis Dufaur |
“La Sabiduría eterna descendió un día de su trono en el Cielo y se posó sobre San Luis” – escribió don Guéranger. A los 800 años del nacimiento del santo Rey de Francia, el orbe católico lo recuerda con devoción y añoranza.
El 25 de abril de 1214 un niño nació en el castillo de Poissy, cerca de París. Hay hoy en el lugar un monasterio para honrar a aquel niño, que conocemos por el nombre de San Luis IX, Rey de Francia.
El feliz acontecimiento se dio en medio a una tormenta política. En ese año, su abuelo, el rey Felipe Augusto, derrotó en la batalla de Bouvines a una coalición de príncipes y nobles franceses rebelados, apoyados por el rey de Inglaterra, Juan Sin Tierra, sustentados por el emperador Othon IV y auxiliados por tropas flamencas de Holanda y Lorena.
Juan Sin Tierra codiciaba la corona francesa y el emperador alemán Othon IV había sido excomulgado por el Papa.
La victoria de Bouvines fue considerada un “auténtico juicio de Dios” que salvó al trono a ser ocupado un día por el principito.
Cuando él aprendió a escribir, firmaba Luis de Poissy, le gustaba cantar en la iglesia y oír los hechos bélicos de Bouvines de los propios labios de su abuelo. Al subir al trono, los consejos de viejo monarca lo inspiraron en el ejercicio del poder regio.
Su padre, Luis VIII, el León, murió cuando volvía de una Cruzada contra los herejes albigenses. Su prematura muerte causó consternación.
El reino de Francia estaba muy lejos de ser la respetada estructura política que San Luis legó después a su descendencia.
En el sur, aún crepitaba la revuelta de la herejía cátara, panteísta e inmoral, que corrompía las costumbres hasta más allá de los Pirineos.
Europa cristiana estaba amenazada em todas sus fronteras, y graves desórdenes creciam em su interior. Los mongoles arrasaban Europa Central y apuntaban al corazón de Europa. |
Sin embargo, los partidarios del error, que negaban el poder del Papa de destituir emperadores, soberanos, obispos y abades, aún avivaban crisis, desmanes y guerras. Los Papas estaban absorbidos por ese conflicto teológico y político.
En Francia, el poder de la familia real era pequeño, comparado al del rey de Inglaterra, que también era duque de Normandía y de Aquitania y cuyas tierras se extendían del Canal de la Mancha al Mediterráneo.
Además, turbulentos señores feudales generaban desórdenes, trastornos y guerras locales.
En España y en el Mediterráneo, los musulmanes promovían incursiones, infestaban el mar con su piratería y amenazaban a los puertos cristianos.
Las noticias del este de la Cristiandad eran alarmantes: los mongoles devastaban países bautizados hacía no mucho tiempo y parecía que nadie detendría su marcha infernal rumbo a Occidente.
Margarita de Provence, esposa de San Luis IX |
Al pequeño “Luis de Poissy le incumbió el deber de salvar el reino y equilibrar Europa que zozobraba. Su madre, la piadosa reina Blanca de Castilla, era constituida de la materia prima de los verdaderos jefes de Estado.
Enérgica y diplomática, ella fue nombrada regente durante la menoridad del rey, que heredó su piedad y su carácter. San Luis fue consagrado a los 12 años, el 29 de noviembre de 1226, en la catedral de Reims, pero sólo asumió el poder regio en 1234.
Se casó con una princesa de nombre poético, Margarita de Provence, que llevó consigo el gran ducado de su padre, reforzando el poder de la casa real y trayendo estabilidad y seguridad.
Continúa en el próximo post: Rey mientras que santo y santo mientras que rey
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