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lunes, 3 de noviembre de 2014

El amor a los niños:
fruto bendito de la Cristiandad medieval

Federico de Sonneburg y sus hijos. Codex Manesse, fol. 407r.
Federico de Sonneburg y sus hijos. Codex Manesse, fol. 407r.
La primera herencia de la Antigüedad no es nada buena: la vida del niño en el mundo romano dependía totalmente del deseo del padre.

El poder del pater familiae era absoluto: un ciudadano no tenía un hijo, lo agarraba. En el caso de que el niño no quisiese – el hecho era bastante común – era abandonado. ¿Y qué sucedía a los abandonados? La muerte.

La segunda herencia que la Edad Media hereda de la Antigüedad, la cultura bárbara, nos fue pasada especialmente por Tácito. Él nos cuenta que la tradición germánica en relación a los niños era un poco mejor que la romana.

Los germanos no practicaban el infanticidio, las propias madres amamantaban a sus hijos y los niños eran educados sin distinción de posición social.

De esas dos tradiciones culturales que se mezclaron e hicieron emerger la Edad Media, concluyo que el status de niño en aquellas sociedades antiguas era prácticamente nulo. Hasta el fin de la Antigüedad, los niños pobres eran abandonados o vendidos; los ricos abandonados – por causa de disputas de herencia – eran entregados a la propia suerte.

En ese contexto histórico-cultural es que se comprende la fuerza y el impacto del cristianismo, que rompió con esas dos tradiciones.


Cristo dijo: “En verdad os digo que, si no os volvieres y no os tornares como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Aquél, por lo tanto, que se torne pequeñito como este niño, ese es el mayor en el Reino de los Cielos”. (Mt 18, 1-4).

La tradición cristiana abrió, por lo tanto, una nueva perspectiva al niño. Entretanto, fue un proceso bastante lento, un proceso civilizador llevado a cabo por la Iglesia.

Concepto medieval de familia: árbol genealógico.
Concepto medieval de familia: árbol genealógico.
En su Historia de los Francos, Gregorio de Tours nos cuenta el sentimiento de tristeza y la lamentación de Fredegunda (concubina y después esposa del rey de los francos Chilperico), a respecto de la muerte de niños:

“Esa epidemia que comenzó en el mes de agosto atacó en primer lugar a todos los jóvenes adolescentes y provocó su muerte. Nosotros perdimos algunos niñitos encantadores y que nos eran queridos, a quienes habíamos calentado en nuestro pecho, llevado en nuestros brazos o nutrido por nuestra propia mano, administrando los alimentos con un cuidado delicado […]

“El rey Chilperico también estuvo gravemente enfermo. Cuando entró en convalecencia, su hijo menor, que no era aún renacido por el agua y por el Espíritu Santo, cayó enfermo. Así que mejoró un poco, su hermano mayor, Clodoberto, fue alcanzado por la misma enfermedad, y su madre Fredegunda, viéndolo en peligro de muerte y arrepintiéndose tardíamente, dijo al rey:

“La misericordia divina nos soporta hace mucho tiempo, a nosotros que hacemos el mal, porque siempre ella nos ha advertido a través de las fiebres y otras enfermedades, pero sin que nosotros nos corrijamos. Nosotros perdemos ahora a nuestros hijos; las lágrimas de los pobres, las lamentaciones de las viudas y los suspiros de los huérfanos los matan y no nos queda esperanza de dejar los bienes para nadie. Nosotros atesoramos sin tener a quién dejar. ¡Los tesoros quedarán privados de poseedor y cargados de robos y maldiciones! ¿Nuestras bodegas no abundan en vino? ¿Nuestros graneros no están repletos de trigo? ¿Nuestros tesoros no están abarrotados de oro y de plata, de piedras preciosas, de collares y otras joyas imperiales? ¡Nosotros perdimos lo que teníamos de más bello!”.

¡Ahora, por favor, venga! Quememos todos los libros de imposiciones inicuas y que nuestro fisco se contente con lo que era suficiente al padre y rey Clotario”. (Gregorio de Tours, Historiae, V, 34)

(Fuente: Ricardo da Costa, Prof. Adjunto de Historia Medieval de la Universidad Federal de Espíritu Santo. Home-page: www.ricardocosta.com riccosta@npd.ufes.br. Texto completo em Mania de História).


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