'El viaje de los Magos' (1894), Jacques-Joseph Tissot (1836-1902), pintor francés. |
El documento es conocido como “La revelación de los Magos”. Probablemente sea algún “apócrifo”, nombre dado a los libros no incluidos por la Iglesia Católica en la Biblia. Por lo tanto, no son “canónicos”, a pesar de que puedan ser de algún autor sagrado.
“Canónico” deriva de “canon”, que es el catálogo de libros sagrados admitidos por la Iglesia Católica y que constituyen la Biblia. Este catálogo está definitivamente cerrado y no sufrirá modificación alguna. Existe una serie de argumentos profundos que justifican esta sabia decisión de la Iglesia.
Sin embargo, una extrema ponderación en que salga a relucir la verdad, lleva a la Iglesia a no rechazar en bloque tales “apócrifos” y reconozca que puede haber en ellos elementos históricos u otros que ayuden a la fe.
Por eso mismo, el Vaticano conserva la mayor colección mundial de esos “apócrifos”, y los pone a disposición de los críticos de todas las religiones que quieran estudiarlos.
La Iglesia no tiene miedo de que pueda aparecer cualquier cosa que desdore la integridad y la santidad de la Biblia. Antes bien, desea ardientemente encontrar cualquier dato que pueda ayudar a comprenderla mejor.
El apócrifo “La revelación de los Magos” aparenta ser un relato de primera mano del viaje de los Reyes de Oriente para homenajear al Hijo de Dios.
Reyes Magos, Nicolás de Verdun (1130 – 1205). Urna de los Reyes Magos, catedral de Colonia |
Se trata de una copia hecha en el siglo VIII a partir de algún original perdido que, a su vez, fue trascrito medio milenio antes. Por lo tanto, la fuente original de este apócrifo sobre los Reyes Magos se remonta a menos de un siglo después del Evangelio de San Mateo.
El documento levanta cuestiones extremamente interesantes: ¿Quiénes fueron en verdad, los Reyes Magos?
¿Cuántos fueron? ¿Cuáles eran sus nombres? ¿De dónde vinieron? ¿Qué los impulsaba?
Veamos primero lo que nos dice la única fuente digna de fe religiosa, el Evangelio de San Mateo:
1. Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
2. preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
3. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él;
4. convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
5. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
6. “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel” (Miq 5, 2)».
7. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella,
8. y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
9. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
10. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.
11. Entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
12. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino” (Mt 2, 1-12).
La narración de San Mateo contiene todo lo que es necesario para la fe. Sin embargo, con el beneplácito y la aprobación de la Iglesia, la piedad popular añadió muchos otros pormenores que fueron transmitidos por tradición oral y que hoy son aceptados sin contestación alguna.
¿Qué dice la Tradición sobre su número, condición, proveniencia y destino?
Aquí es donde entra el papel del gran San Beda, el Venerable (673-735), Doctor de la Iglesia y monje benedictino en las abadías de San Pedro y San Pablo en Wearmouth, y en la de Jarrow, en Northumberland, Inglaterra.
San Beda es también considerado como fuente de primera mano de la historia inglesa, siendo muy respetado como historiador. Su Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum (Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés) le valió el título de Padre de la Historia Inglesa.
En el tratado Excerpta et Colletanea, el Doctor de la Iglesia recoge así las tradiciones que llegaron hasta él:
Melchor era un viejo de setenta años, de cabellos y barbas blancas, habiendo partido de Ur, tierra de los caldeos. Gaspar era joven, de veinte años, robusto y partió de una distante región montañosa, cerca del Mar Caspio. Y Baltasar era moro, de barba cerrada y con cuarenta años, partió del Golfo Pérsico, en la Arabia Feliz”.
Es, pues, San Beda quien por primera vez escribió el nombre de los tres. Nombres con significados precisos que nos ayudan a comprender sus personalidades. Gaspar significa “aquel que va a inspeccionar”; Melchor quiere decir: “Mi Rey es Luz”, y Baltasar se traduce por “Dios manifiesta al Rey”.
Los tres Magos adoran al Niño Jesús. Sarcófago romano de los primeros tiempos del cristianismo, Museo Vaticano. |
En este sentido, ellos representaban a los reyes de todo el mundo.
También sus regalos tienen un significado simbólico. Melchor dio al Niño Jesús oro, lo que en la Antigüedad quería decir reconocimiento de la realeza, pues era un regalo reservado a los reyes.
Gaspar le ofreció incienso (el olíbano), en reconocimiento de la divinidad. Este regalo era reservado para los sacerdotes.
Por fin, Baltasar hizo un tributo de mirra, en reconocimiento de la humanidad. Pero como la mirra es símbolo del sufrimiento, se ven en ella prenunciados los dolores de la Pasión redentora. La mirra era el regalo para un profeta. Era usada para embalsamar cuerpos y representaba simbólicamente la inmortalidad.
De esta manera, tenemos al Niño Jesús siendo reconocido como Rey, Dios y Profeta por las figuras que encarnaban a toda la humanidad.
En coherencia con esta visión, la exégesis católica interpreta la llegada de los Reyes Magos como el cumplimiento de la profecía de David: “Los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo, los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos” (Sal 72, 10-11).
Algunos especularon que tal vez por lo menos uno de ellos vino de la tierra de Shir (no identificada en los mapas modernos), en la antigua China.
En un reciente libro —escrito a título personal, por lo tanto, no como un documento del magisterio eclesiástico— Joseph Ratzinger (S. S. Benedicto XVI) comenta que “la promesa contenida en estos textos [N.R.: Salmo 72,10] extiende la proveniencia de estos hombres hasta al extremo Occidente (Tarsis, Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa”, según informó “Religión Digital” de España.
La amplitud del abanico de posibilidades geográficas queda patente en este comentario. Tarsis o Tartesos quedaría en Andalucía, España, específicamente en “algún lugar comprendido entre Cádiz, Huelva y Sevilla”. Según el “ABC” de Madrid, los sevillanos creen que si Melchor, Gaspar y Baltasar hubieran sido andaluces, se habrían manifestado más alegremente, le habrían cantado “sevillanas” y llevado panderetas.
La reacción popular suscita una amable sonrisa.
¿Qué pasó después con los Reyes Magos?
Reyes Magos, Andrea Mantegna (1431-1506). Representan a todas las razas. |
La fama de santidad de los Reyes Magos llega hasta nuestros días.
Sus restos son venerados en la nave central de la Catedral de Colonia, en una magnífica urna de oro y piedras preciosas que extasía a los visitantes.
Sus reliquias fueron descubiertas en Persia por la emperatriz Santa Elena y llevadas a la capital imperial Constantinopla. Después fueron transferidas a otra capital imperial —Milán—, hasta que fueron guardadas definitivamente en la Catedral de Colonia en 1163 (Acta Sanctorum, t. I, p. 323).
¿Por qué eran “magos”?
Existe una gran dificultad en identificar con plena exactitud geográfica los países de procedencia de los Reyes Magos, fuera de los datos de la Escritura y de San Beda.
Sin duda, su carácter de “magos”, reconocido por el Evangelio de San Mateo, nos señala un área de la civilización caldea (cuyo centro estuvo en el actual Irak, pero que incluyó a diferentes países vecinos, entre ellos Irán).
El nombre “mago” provenía del hecho de que los sacerdotes de aquella región eran muy proclives hacia la consideración de los astros. A ellos le debemos el comienzo de la ciencia astronómica.
Con la decadencia moral, los “magos” caldeos se transformaron en una especie de brujos, difusores de toda clase de supersticiones.
Los Tres Reyes Magos habrían sido los últimos sacerdotes honrados de aquel mundo pagano, que aspiraban a conocer sinceramente al Salvador.
Relicario de los Tres Reyes Magos, catedral de Colonia, Alemania. |
¿Fueron “reyes”?
Se discute también en qué sentido pueden ser llamados “reyes”, pues no se conoce su procedencia y menos aún la localización del reinado.
No obstante, en la Antigüedad, muchas veces los patriarcas, o jefes de grandes clanes, o grupos étnico culturales, gobernaban con poderes propios de un rey, sin llevar ese título o algo equivalente. Y su reinado se concentraba sobre su hueste, a veces nómada.
San Juan Damasceno no rechazaba que ellos fueran descendientes de Set, tercer hijo de Adán. Y este pormenor nos lleva de vuelta al “apócrifo” del Vaticano.
La estrella que los guió
El referido manuscrito está en la Biblioteca Vaticana hace por lo menos 250 años, pero no se sabe nada más sobre su procedencia.
Está escrito en siríaco, lengua hablada por los primeros cristianos de Siria y aún hoy, así como de Irak y de Irán.
El Prof. Landau sostiene que en el “apócrifo” entra mucha imaginación. Pero, contiene una amplia descripción de las supuestas prácticas, culto y rituales de los Reyes Magos.
Relicario de los Tres Reyes Magos, catedral de Colonia, Alemania. |
Premio a una fidelidad de siglos
Generaciones de Magos habrían aguardado durante milenios hasta que la estrella apareciera. ¡Misterios de la fidelidad! ¡Milenios aguardando, generaciones muriendo en la esperanza y trasmitiendo a sus hijos el anuncio de un día remoto en que el mundo recibiría al Salvador!
Según el Prof. Landau, el “apócrifo” dice que la estrella al final “se transformó en un pequeño ser humano luminoso que fue Cristo, en la gruta de Belén”.
La afirmación no es procedente si la interpretamos al pie de la letra. Pero, tomando en cuenta el estilo altamente poético de Oriente, podríamos suponer que el brillo de la estrella de Belén convergió en el Niño Jesús y desapareció.
Y, de hecho, después de encontrar al Niño Dios, los Magos no volvieron a ver la estrella. Alertados por un ángel, regresaron por otro camino a sus tierras, como lo enseña el Evangelio de San Mateo, que no vuelve a mencionar más a la estrella.
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