San Luis: estatua en Saint Louis, Missouri, EEUU. Fondo: rosácea de Notre Dame de París. |
continuación del post anterior: “Resurrección” y Cruzada
A partir de 1241empeoraron las noticias provenientes de Europa Oriental y de Tierra Santa. La invasión de los mongoles llegó a Polonia, a Hungría y a Rumania, después de devastar Rusia y Ucrania.
El jefe mongol Subedei miraba al corazón de Europa, pero después de aplastar al rey de Hungría en Mohi, volvió apresurado para Asia por razones no esclarecidas. La valiente reina Blanca quedó muy temerosa, pero San Luís parecía ser el único que intuía que la invasión no prosperaría.
“Cuando vio a Europa amenazada por los tártaros – cuenta Pourrat – San Luís dijo: `Tened coraje madre mía; o nosotros los ponemos en las puertas del infierno o ellos nos abrirán las puertas del Cielo´”.
El santo fue perspicaz estratega y hombre de fe: o él los vencería y ellos irían al infierno por ser paganos horriblemente criminales, o él moriría e iría al Cielo. Nada se perdería luchando contra ellos.
Una de las situaciones más tempestuosas para arbitrar se dio en Bretaña, un ducado enfeudado a Francia pero casi independiente de los puntos de vista de gobierno, cultural, étnico y lingüístico.
Allá, Pierre de Dreux, pariente de San Luís, se tornó Duque. Audaz jefe de guerra, pero turbulento señor feudal, Pierre ganó el sobrenombre de “Mauclerc” (mal clérigo) por sus exacciones a la Iglesia.
Sus fricciones con los obispos bretones le valieron diversas excomuniones. Los Papas poco consiguieron junto a este hombre que dividió la nobleza con conflictos de toda especie.
Después de innúmeros desórdenes, San Luís entró militarmente en Bretaña y lo despojó del ducado por felonía. “Mauclerc” se rebeló, pero el ejército real, apoyado por buena parte de la nobleza bretona, extinguió la rebelión.
Pìerre de Dreux se sometió al joven rey en París, en 1234. San Luís no lo humilló, sino que dispuso que Bretaña quedara en poder del hijo de él, Juan, el cual, a su vez, juraría vasallaje al rey de Francia junto con los nobles rebeldes.
El santo monarca concedió a Pierre de Dreux el pequeño feudo de Braine. Así, “Mouclerc” se volvió “Braine” y acompañó al rey en la Cruzada a Egipto, donde fue gravemente herido y murió al volver, recibiendo digna sepultura en la necrópolis familiar de Dreux.
Árbitro entre Papas y Emperador
San Luis en el encuentro con el Papa Inocencio IV, en Lyon, 1248. Louis-Jean-Francois Lagrenée (1724 – 1805) |
El emperador Federico II Hohenstaufen invistió contra los pontífices Gregorio IX e Inocencio IV, habiendo sido excomulgado dos veces. Gregorio IX lo calificó de “Anticristo”. Inocencio IV, un año apenas después de su elección, huyó de Italia perseguido por él.
Nobles partidarios de uno y de otro estaban en situación de guerra civil y religiosa en Alemania y en Italia. En ese enfrentamiento, el rey santo, que ya era el más respetado de los príncipes cristianos, podría haber hecho prevalecer su influencia sobre el Papa y el Emperador.
Entretanto, rehusó a eso, pues quería reconciliarlos respetando sus superioridades. Francia estaba prosperando tanto, que podía arcar sola con la responsabilidad de la Cruzada. Pero Luís quería unirlos en esta santa empresa.
Gregorio IX ofreció la corona imperial al conde Roberto de Artois, hermano de San Luís. Con todo, el rey no aceptó, pues podía parecer usurpación y falta de respeto al emperador.
El 3 de mayo de 1241, arzobispos franceses que iban a un concilio convocado por Gregorio IX fueron presos por Federico II. San Luís IX le pidió explicaciones, a lo que él respondió secamente:
“Que vuestra majestad real no se espante cuando César prende en el aprieto y en la angustia a aquellos que vinieron para crear angustia al César”. San Luís IX retrucó con tanta habilidad que los arzobispos fueron liberados.
Expulsado de Italia, Inocencio IV se instaló en Lion y marcó para 1245 un Concilio que juzgaría al Emperador. Éste reunió un ejército en Turín, buscando impedir la asamblea. San Luís IX le hizo saber, con tacto y fuerza: “No toquéis en el Soberano Pontífice, para que no incurras en la cólera de Dios”.
San Luis mediador en un litigio entre el rey de Inglaterra y eus barones. Georges Rouget (1783-1869), Versailles |
Pero no cumplió lo prometido, volviendo a los abusos. Fue entonces excomulgado. Abandonado por buena parte de sus adeptos, pidió la intercesión de Luís IX.
Éste marcó un encuentro sigiloso con Inocencio IV en la abadía de Cluny. San Luís imploró al Papa que aceptase la propuesta del Emperador a cambio de la obligación de ir a la cruzada. El litigio sólo acabó con la muerte del Emperador.
Al final del caso, San Luís quedó consolidado como árbitro de la Cristiandad, en él confiando Papas, emperadores, episcopados y nobleza, además de corporaciones de oficio, de estudiantes y ciudades libres.
continúa en el próximo post: Las Cruzadas
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