Avrilly, França |
Además del trabajo fundamental de la predicación del Evangelio y de la distribución de los sacramentos, la Iglesia tuvo el talento de inspirar una civilización que encarnó los valores religiosos en la vida cuotidiana.
Y esto fue hecho sabiendo interpretar el lado simbólico de las realidades mundanas en que se desarrolla la existencia normal de los hombres.
El lado simbólico es mucho más importante que el lado práctico o el estético.
Por eso agrada tanto y ejerce un poderoso estímulo en el sentido de las personas volverse hacia las grandes realidades de la Fe y del destino último de cada ser humano.
¿Símbolos de qué?
En primer lugar, del Paraíso Celeste, que es un lugar material. En él vivieron Adán y Eva antes del pecado original, y en él vivirán los bienaventurados durante la eternidad.
Burg Zwingenberg, Alemanha |
La preparación de los hombres para eso supone alimentarles el espíritu.
Y eso se hace no apenas considerando directamente las cosas de la Religión.
Los hombres llamados al Cielo precisan volverse a Dios también a propósito de las cosas del mundo temporal.
Por lo tanto, del mundo de la materia, porque hasta en el Cielo empíreo y en el Paraíso la materia va a existir.
¿Cómo hacer eso sin revolcarse en el materialismo grosero que anda por ahí?
Los castillos – podríamos hablar de la arquitectura de iglesias, del arte católico en general – nos dan un ejemplo.
Un ejemplo de cómo elevar nuestra alma a Dios a través de construcciones hechas de materia, pero modeladas por el espíritu.
Por el espíritu católico, que, animado por la gracia divina, constituye un preanuncio de la visión beatífica en la vida eterna.
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