Reciba actualizaciones gratis via email: DIGITE SU EMAIL:

lunes, 1 de octubre de 2012

Santo Tomás de Aquino: príncipe de la Filosofía y Teología católicas – 1

Santo Tomás de Aquino, apoyado en Platón y Aristóteles, aplasta la herejía
Santo Tomás de Aquino, apoyado en Platón y Aristóteles, aplasta la herejía
Proclamado como «esplendor y flor de todo el mundo» por San Alberto Magno, fue llamado Doctor Angélico por el Papa San Pío V, habiendo recibido de la Santa Iglesia el título oficial de Doctor Común, debido a su incomparable sabiduría teológica y filosófica

Tomás nació alrededor de 1227 en la pequeña ciudad de Aquino, en la Campagna felice italiana, a los pies del famoso Monasterio de Monte Cassino, estando emparentado con emperadores y reyes, inclusive el de Francia, San Luis IX.

A los cinco años fue enviado al Monasterio de Monte Cassino para estudiar. “La serenidad de su semblante, la inalterabilidad de su temperamento, su modestia y suavidad eran marcas sensibles de que Dios lo había precedido con sus primeras gracias”.1

Muy reflexivo y recogido, el niño pasaba largo tiempo pensando. A un fraile que le preguntó sobre lo que pensaba, respondió con una pregunta que trasluce sus pensamientos infantiles: “¿Qué es Dios?” A esa cuestión él mismo responderá mas tarde, como nadie lo hizo.


A los 10 años Tomás fue enviado para continuar sus estudios en la Universidad de Nápoles. Su primer biógrafo relata que “en las aulas su genio comenzó a brillar de tal forma, y su inteligencia a revelarse tan perspicaz, que repetía a los otros estudiantes las lecciones de los maestros de modo más elevado, más claro y más profundo de lo que había oído”.2

Victoria contra la concupiscencia

Fue en Nápoles, años después, que el adolescente Tomás trabó relaciones con la Orden Dominica, fundada hacia veinte años, y que representaba en la época “la vanguardia doctrinaria y combativa de la Iglesia”.3 Quiso ingresar en ella, pero como era menor de edad, sólo fue recibido entre los hijos de Santo Domingo más tarde, tras el fallecimiento de su padre, en diciembre de 1243.

Su madre, no obstante, tenía otros planes para él, y por eso mandó a dos de sus hijos, soldados del Emperador, en pos de Tomás, que había fugado en dirección a Roma.

Preso Tomás en una torre del castillo, madre y hermanos todo hicieron para convencer al hijo menor a renunciar a aquella aventura. Nada surtió efecto.

Los hermanos apelaron entonces a una estratagema infame: contrataron a la más bella de las mujeres de mala vida de la región, prometiéndole una fuerte cuantía si consiguiese llevar al joven al pecado. Sabían que, si él cayese en la impureza, eso quebraría su resistencia.

Tan pronto la infame mujer entró en el cuarto, Tomás, dando muestras de una virtud heroica, tomó de la chimenea un trozo de leña en brasa y corrió atrás de ella, que huyó como pudo.

Enseguida, aún lleno de indignación contra la cortesana y de amor a Dios, trazó en la pared una gran cruz, que besó tiernamente, implorando a Dios que nunca perdiese la integridad de la pureza de alma y de cuerpo.

Tan bien tenía Tomás el alma en sus manos, que en poco tiempo volvió a la completa tranquilidad, adormeciendo. Vio entonces en sueño a dos Ángeles que le ciñeron al cuerpo un cinturón de fuego.

El confesó después que, a partir de ese momento, nunca más sintió los impulsos de la concupiscencia de la carne. Era la recompensa que recibía por su acto heroico de virtud.

Dos de sus hermanas, convertidas por él, le alcanzaron las Sagradas Escrituras y otros libros de estudio, con lo cual continuó su vida como si estuviese en el convento.

En fin, según sus primeros biógrafos, después de casi dos años de prisión, con la ayuda de sus hermanas consiguió escapar, descendido en una cesta hacia los brazos de los dominicos, sus hermanos de hábito, que lo aguardaban.

El encuentro de dos genios, dos santos

Al año siguiente Tomás hizo su profesión religiosa y fue enviado a París. En ese famoso centro universitario brillaba entonces, por su conocimiento, el dominico Alberto de Bollstädt, que pasó a la posteridad como San Alberto Magno.

Era tal la afluencia de los que iban a oírlo, que era necesario transportar su cátedra a una plaza pública, hoy aún conocida como Place Maubert (de la contracción de Magni Alberti).

“El encuentro de Tomás de Aquino con Alberto Magno representa un hecho de extraordinaria trascendencia en la historia de la cultura. Tal vez incluso se pueda decir que son los dos colaboradores necesarios para la elaboración del más vasto y consistente sistema filosófico de todas las épocas”.4

De París, el discípulo Tomás acompaña al maestro, que iba a organizar un centro de estudios teológicos de la Orden en Colonia, Alemania.

Continúa en el próximo post




AS CRUZADASCASTELOS MEDIEVAISCATEDRAIS MEDIEVAISHERÓIS MEDIEVAISORAÇÕES E MILAGRES MEDIEVAISCONTOS E LENDAS DA ERA MEDIEVALA CIDADE MEDIEVALJOIAS E SIMBOLOS MEDIEVAIS

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
ASSINE