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| Luis II, rey de Baviera |
Pero es imposible no reconocer mucho valor, sobre todo a la realización que aquí tiene.
Luis II entró para la historia como el rey al mismo tiempo casto y fabuloso, dudoso y crapuloso, héroe y lodoso.
Fue una figura ambigua que marcó la historia de Baviera.
En el castillo vemos uno de los aspectos lindos del alma del rey.
Él era apasionado por las cosas medievales. Y mandó construir este castillo con una nota característica: en la Edad Media no se construían castillos así.
Y él, o el ingeniero que trabajó bajo orientación de él, imaginó un castillo no precisamente medieval, pero con todo el espíritu medieval. De manera que hay alguna cosa que transciende al gótico.
¿En qué? En el sentido de batalla, de combate y de dignidad ahidalgada del hombre medieval.
El castillo está en un panorama ultra favorable. Hay en el fondo un largo movimiento montañoso.Y el castillo está en un pináculo en relación a las adyacencias circundantes, teniendo como fondo lagos de agua purísima.
También hay una floresta plantada que no es floresta virgen. Pero es tan densa y vigorosa que parece floresta virgen.
Bien en el medio está el castillo. Éste como que recibe su fuerza de los montes que conducen a él, dominando todo lo que queda abajo de un modo soberano.
Extiende una garra sobre la naturaleza como un rey que procede de una genealogía fabulosa y domina sus pueblos de un modo altanero.
Neuschwanstein es un verdadero héroe que mira desde lo alto los panoramas, y que se siente superior a todo el panorama a su vista. La primera impresión que sugiere Neuschwanstein es producida por el juego de las torres.
Sobre todo la más alta, que desafía los montes que están atrás, como quien dice: “yo no me contento apenas en yugular lo que está abajo, yo disputo, yo rivalizo con aquello que está arriba de mí, yo estoy en el pináculo del orbe, arriba de lo cual no hay nadie”.
Esa torre es muy alta y se divide en motivos ornamentales. Tiene un tejado cónico, muy puntiagudo también, que da la sensación de un pináculo del universo.
Ella tiene almenas y ventanitas. Es una torre propia para ser habitada.
Adentro puede haber un cuarto de piedra con un gran hogar, donde se quema madera en el invierno, con un vitral.
Allá la gente siente los vientos silbando en el invierno o experimenta la placidez de la primavera o del verano. Es bien diferente que vivir en un edificio de apartamentos.
El edificio principal está constituido de tres pisos.
El castillo propiamente dicho es el trazo de unión de dos hileras que terminan en torres también. Esas torres no son iguales. Una es la primogénita de la otra.
El patio parece una gran terraza desde donde se domina la naturaleza.
El cuerpo central de Neuschwanstein es un edificio de piedra o ladrillo rojizo, con un portal magnífico que da para una terraza, en donde hay una última torre.
El conjunto de las torres pasa la idea de jerarquía. Forman una verdadera sinfonía. Es la grandeza que se desdobla en grados hasta tocar los hombres menores, abrirse a ellos, acariciar a quien quiere entrar con buena intención.
Pero es una amenaza para quien quiere entrar con mala intención. Porque este castillo tiene algo de fortaleza.
Quien entra de acuerdo con la voluntad del dueño con recta intención, no hay maravillas que no pueda encontrar ahí adentro. Pero hay una amenaza para el enemigo criminal. Uno siente la existencia, concreta o posible, de siniestras mazmorras abajo, para castigar el crimen. Es un castillo altamente simbólico.
(Fuente: Plinio Corrêa de Oliveira, 2/7/1970. Sin revisión del autor.)
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