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lunes, 26 de mayo de 2014

Torneo para conmemorar la reedificación del Castillo de Windsor – 4



Un heraldo avanzó en el campo y leyó en alta voz las condiciones de la justa. Así que terminó la lectura, un grupo de músicos puestos cerca de la tienda de Eduardo hizo, en señal de desafío, resonar el aire con el sonido de las trompetas y de los clarines; enseguida, otro grupo de músicos le respondió del extremo opuesto.

Las porteras se abrieron y un caballero totalmente armado apareció en la arena.

Pero, aunque tuviese la visera baja, por el blasón que era de oro con listas plata y azul, fue luego reconocido como el Conde de Derby, hijo del Conde de Lancaster, del Pescuezo Torcido.


Anacronismo creativo en Francia. Caballero medieval, Loire
Anacronismo creativo en Francia. Caballero medieval, Loire
Él avanzó, haciendo graciosamente caracolear su caballo hasta el medio de la arena; llegando ahí, se volvió hacia la Reina, a quien saludó inclinando el hierro de su lanza hasta el piso, en medio de las aclamaciones de la multitud.

Mientras tanto, su escudero atravesaba la arena y, subiendo en la plataforma, fue a golpear con una vara el escudo de paz de Eduardo.

El Rey salió en seguida, todo armado, menos la targa, que hizo fijar en el pescuezo por sus lacayos, saltó ágilmente sobre el caballo que se le había aprontado y entró en la arena con tanta gracia y seguridad que las aclamaciones redoblaron.

Él estaba cubierto por una armadura veneciana, toda incrustada de láminas e hilos de oro formando dibujos curiosos en los cuales se reconocía el gusto oriental y, sobre su escudo, en vez de las armas reales, llevaba una estrella velada por una nube, con esta divisa: “Présente, mais cachée” (“Presente, pero escondida”).

Entonces, se le entregó la lanza que él tomó y puso en ristre. Enseguida los jueces del campo, viendo que los campeones estaban prontos, gritaron en alta voz: “¡Dejad ir!”.

En el mismo instante, los adversarios, espoleando a sus caballos, se precipitaron uno contra el otro, y se encontraron en el medio de la arena. Los dos habían dirigido la punta de su lanza para la visera del yelmo; los dos alcanzaron el albo.

Cavaleiro medieval derrubado, KaltenbergPero, como la extremidad redondeada de la lanza no pudo penetrar en el acero, ambos pasaron adelante, sin daño. Retornaron por consiguiente cada uno a su punto, y a la señal dada, se lanzaron de nuevo uno contra el otro.

De esta vez, ambos se golpearon de lleno en sus targas, o sea, bien en el medio del pecho. Eran demasiado buenos caballeros para ser desmontados; entretanto uno de los pies del Conde de Derby salió del estribo y la lanza se le escapó de las manos.

En cuanto a Eduardo, permaneció firme en su silla de montar, pero, por la violencia del golpe, su lanza se partió en tres pedazos, dos de los cuales volaron por el aire y el tercero le quedó en la mano. Un escudero del Conde de Derby recogió su lanza y se la presentó, mientras traían una nueva para Eduardo. Así que los dos campeones se rearmaron, retornaron al campo y volvieron a la carga por la tercera vez.

De esta vez, el Conde de Derby apuntó aún su lanza contra la targa de su adversario, mientras Eduardo, volviendo a su primer objetivo, había, como en el inicio, tomado el yelmo del Conde como punto de mira.

Ambos, en esta circunstancia, dieron una nueva prueba de su destreza y fuerza, porque por la violencia del golpe que recibió su dueño, el caballo de Eduardo paró en seco y dobló las rodillas traseras, mientras que la lanza del Rey acertó tan exactamente en medio del yelmo que, rompiendo las amarras que lo aseguraban al pescuezo, arrancó el casco del Conde de Derby.

Choque na lide epoca medieval, Kaltenberg
Los dos pelearon como bravos y diestros caballeros, pero sea que fuese por fatiga, o por cortesía, el Conde no quiso continuar la lucha e, inclinándose ante el Rey, se reconoció vencido y se retiró en medio de los aplausos que él compartió con su vencedor.

Eduardo entró en su tienda, y las trompetas sonaron de nuevo en señal de desafío. El sonido tuvo como en la primera vez un eco en la extremidad opuesta.

Después, así que se extinguió, se vio entrar un segundo caballero, a quien se reconoció como Príncipe, por la corona que encimaba su yelmo. En efecto, este nuevo campeón era el Conde Guillaume de Hainaut, cuñado del Rey

Este pase fue, como el otro, una lucha de honra y de cortesía, más que una verdadera justa. Por lo demás, tal vez él se había tornado más atrayente a los ojos de los campeones experimentados, que eran no sólo los actores sino también los espectadores de estas escenas, porque cada uno hizo maravillas de destreza.

Sin embargo, había en el fondo de los golpes lanzados una intención demasiado visible de parte de los adversarios de entregarse a un juego y no a un combate, para que la impresión producida no fuese la que se sentiría en nuestros días viendo representarse una comedia perfectamente tramada cuando se habría ido para ver una tragedia bien dramática.

Resultó de ahí que, por mayor que fuese el placer que se disfrutara con este espectáculo, la multitud que lo aplaudía, era visible cuando terminó, esperaba después alguna cosa más seria.

Torneio periodo medieval, KaltenbergDespués de haber quebrado cada uno tres lanzas, el Conde Guillaume saló de la lid, declarándose vencido, como lo hiciera el Conde de Derby, mientras Eduardo, no contento con esas victorias fáciles, se retiraba a su tienta, comenzando a lamentarse de no haberse mezclado bajo un nombre desconocido entre la multitud de los campeones, antes que designarse como uno de los “defensores”, como lo había hecho.

Acababa él de entrar, cuando la música hizo escuchar sonidos provocadores a los cuales se pensó de inicio que nadie respondería, pues se siguieron algunos minutos de silencio.

Cada uno ya se inquietaba por esta interrupción, cuando de repente se oyó sonar una sola trompeta. Tocaba una melodía francesa, lo que indicaba que un caballero de esa nación se presentaba para combatir.

Continúa en el próximo post



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