Beato Papa Urbano II convocó las Cruzadas |
He guardado la esperanza de encontraros tan fieles y celosos en el servicio del Señor como es de esperarse.
Pero si hay alguna deformidad o flaqueza contraria a la ley divina, invocando Su ayuda haré lo más que pueda para erradicarla.
Porque el Señor os ha puesto como servidores ante su familia. Felices seréis si os encuentra fieles a vuestro ministerio.
Sois llamados pastores, esmeraos por no actuar como siervos. Pero sed buenos pastores, llevad siempre vuestros báculos en las manos. No durmáis, sino que guardéis todo el tiempo al rebaño que se os ha asignado.
Porque si por vuestra negligencia viene un lobo y os arrebata una sola oveja, ya no seréis dignos de la recompensa que Dios ha reservado para vosotros.
Y después de haber sido flagelados despiadadamente por vuestras faltas, seréis abrumados con las penas del infierno, residencia de muerte.
Ya que vosotros hábeis sido llamados en el Evangelio la sal de la tierra (Mateo 5:13), ¿pero si faltáis a vuestros deberes, cómo, se preguntarán todos, se podrá salar la tierra? Oh, que tan grande es la necesidad de sal!!!
En todo caso, es necesario que vosotros corrijáis con la sal de la sabiduría a todos aquellos necios que están entregados a los placeres de este mundo, no sea que el Señor, cuando quiera dirigirse a ellos, los encuentre putrefactos en medio de sus pecados apestosos y sin curar.
Pues si El encuentra dentro de ellos gusanos, es decir, pecados, porque vuestra negligencia os impidió asistirlos, El los declarará como inservibles, merecedores únicamente de ser arrojados al abismo donde se dejan las cosas sucias.
Y ya que vosotros no pudisteis evitarle al Señor estas graves pérdidas, seguramente El os condenará y os apartará de Su dulce presencia. Pero aquél que administre la sal debe ser prudente, providente, modesto, instruido, pacífico, observador, pío, justo, equitativo, y puro.
¿Porque cómo puede el ignorante enseñar a otros? Cómo puede el licencioso hacer modestos a otros? ¿Cómo puede el impuro hacer puros a otros? ¿Cómo puede alguien que odia la paz calmar los ánimos de otros? ¿Y cómo alguien que ha manchado sus manos con vileza limpiar las impurezas de otros?
Y bien dicen las Escrituras que si los ciegos guían a otros ciegos, todos irán a dar a la zanja (Mateo 15:14). Primero corregíos vosotros para que, libres de toda culpa, puedan limpiar a aquellos que viven bajo vuestra jurisdicción.
Si queréis ser amigos de Dios, haced de buena gana lo que a El le place. En particular, debéis dejar que todos los asuntos de la Iglesia re rijan por la Ley de la Iglesia.
Y tened cuidado en que la simonía no eche raíces entre vosotros, no sea que tanto aquellos que compran como aquellos que venden (investiduras) sean golpeados con los azotes del Señor entre calles estrechas y luego llevados al lugar de la destrucción y la confusión.
Mantened a la Iglesia y al clero, en todos sus grados, completamente libres de la influencia del poder secular.
Verificad que la parte de la producción de la tierra que le corresponde a Dios sea pagada por todos; que ésta no sea vendida o retenida.
Si alguien captura y retiene a un obispo, permitid que se le trate como a un bandido. Si alguien secuestra o roba a monjes, clérigos, monjas, sus sirvientes, peregrinos, o mercaderes, permitid que se le considere anatema (excomulgado).
Dejad que los ladrones y los incendiarios sean excomulgados junto con todos sus cómplices. ¿Si un hombre que no es capaz de dar nunca parte de sus bienes en donación es castigado con las penas del infierno, como no va a ser castigado aquel que quita los bienes de otro?
Por eso fue castigado el hombre rico del que habla el Evangelio (Lucas 16:19), no por quitarle los bienes a otro, sino por no haber empleado correctamente los propios.
Ricardo Corazón de León, Westminster, Londres |
Por tanto, es necesario volver a poner en práctica la tregua, como se le conoce comúnmente, la cual fue instaurada hace ya varios años por nuestros santos padres.
Os exhorto y os demando que cada cual se esfuerce para que se cumpla la tregua en su respectiva diócesis. Y si alguno fuese llevado por su arrogancia a romper dicha tregua, por la autoridad de Dios y con el beneplácito de esta asamblea debe ser declarado anatema”.
((Fuente: sermón de S.S. Beato Urbano II según Fulquerio de Chartres, testigo contemporáneo apud "Historia Hierosolimirana, Gesta Francorum Iherusalem Peregrinatium, ad Anno Domine MXCV usque ad Annum MCXXVII").
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