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lunes, 15 de octubre de 2012

Santo Tomás de Aquino: príncipe de la Filosofía y Teología católicas – 2

Santo Tomás de Aquino, Notre Dame de Paris, detalle
Santo Tomás de Aquino, Notre Dame de Paris, detalle
Continuación del post anterior

Fray Tomás: el “buey mudo”

Para evitar atraer la estima pública y las alabanzas que recibiera en Nápoles por su saber, Tomás se cerró en un mutismo mal interpretado por sus condiscípulos.

Además, “un cuerpo grande, lento y pesado, y una placidez un tanto bovina le sirven de espeso envoltorio para un alma benigna y generosa, pero retraída; él es tímido más allá de la humildad, y distraído más allá de la contemplación”.5 Todo eso lleva a que lo llamen “buey mudo” o “gran buey siciliano”.

Cierto día sucedió que un condiscípulo, tomando la concentración de Tomás como señal de que no había entendido lo que el maestro dijera, comenzó caritativamente a explicarle la materia.

Mas en determinado momento se confunde por entero y no consigue ir adelante. Calmamente el “buey mudo” comenzó entonces a desarrollar la obscura tesis, con mucha más claridad de que lo hiciera el propio maestro. Los papeles entonces se invirtieron, y el condiscípulo suplicó a Tomás que siempre lo ayudase en sus dudas. Da ahí en adelante no fue posible esconder más aquel talento superior y fabulosa memoria.

lunes, 1 de octubre de 2012

Santo Tomás de Aquino: príncipe de la Filosofía y Teología católicas – 1

Santo Tomás de Aquino, apoyado en Platón y Aristóteles, aplasta la herejía
Santo Tomás de Aquino, apoyado en Platón y Aristóteles, aplasta la herejía
Proclamado como «esplendor y flor de todo el mundo» por San Alberto Magno, fue llamado Doctor Angélico por el Papa San Pío V, habiendo recibido de la Santa Iglesia el título oficial de Doctor Común, debido a su incomparable sabiduría teológica y filosófica

Tomás nació alrededor de 1227 en la pequeña ciudad de Aquino, en la Campagna felice italiana, a los pies del famoso Monasterio de Monte Cassino, estando emparentado con emperadores y reyes, inclusive el de Francia, San Luis IX.

A los cinco años fue enviado al Monasterio de Monte Cassino para estudiar. “La serenidad de su semblante, la inalterabilidad de su temperamento, su modestia y suavidad eran marcas sensibles de que Dios lo había precedido con sus primeras gracias”.1

Muy reflexivo y recogido, el niño pasaba largo tiempo pensando. A un fraile que le preguntó sobre lo que pensaba, respondió con una pregunta que trasluce sus pensamientos infantiles: “¿Qué es Dios?” A esa cuestión él mismo responderá mas tarde, como nadie lo hizo.

 
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