Castillo de Suscinio: fortaleza "de verano" |
Su nombre deriva de la palabra bretona Ziskennoù, que significa “local de reposo para viajantes”, o “local donde se baja”.
Bretaña está rodeada de mares, arrecifes y acantilados peligrosísimos. El perpetuo rumor del mar es su música de fondo. Sus múltiples puertos son un refugio necesario.
Iniciado por el duque de Bretaña, Pierre de Dreux, en 1218, Suscinio sirvió al principio como residencia en los períodos de caza.
Sus descendientes, Juan I el Rojo, Juan IV y Juan V aumentaron mucho el castillo, construyendo en el siglo XV hasta casamatas para piezas de artillería.
Bretaña era un ducado virtualmente independiente ligado al Reino de Francia por lazos bastante genéricos.
Hasta que la última heredera de los duques, Ana de Bretaña (1477-1514) se casó con el Rey de Francia Luis XII en el castillo de Langeais, después de innúmeras peripecias políticas, guerras, tentativas de casamiento fracasadas viudeces e intrigas.
Castillo de Suscinio: símbolo de la alteridad bretona |
La reina Ana, entretanto, pasó a la posteridad la imagen de una princesa bretona muy celosa de los derechos de su tierra natal.
Y los bretones de hecho fueron siempre muy fieros en defender su historia, derechos y cultura propia.
Suscinio es un ejemplo patente de eso. ¿Quién, viendo sus imponentes torres y sólidas casamatas, habría dicho que se trata de un “castillo para pasar las vacaciones de verano”?
La preocupación militar es patente. Una preocupación más que todo defensiva de sus vecinos: Francia y, del otro lado de la Mancha, Inglaterra.
Precisó llegar la barbarie igualitaria de la Revolución Francesa para que en 1798 el castillo fuese vendido por precio vil a un mercader que lo explotó como cantero de piedras para construcción. Es decir, hizo todo para hacerlo desaparecer.
Es por eso que partes importantes no existen más.
Suscinio: fuerza, lógica, coherencia, belleza austera y sublime |
Las partes preservadas muestran casi intactas sus características de fortaleza medieval. Y constituyen un símbolo de alteridad bretona.
La Revolución Francesa se empeñó en derribar todos los derechos adquiridos históricamente por los antiguos feudos y regiones.
Y repudió el contrato pasado entre Ana de Bretaña y Luis XII, por el cual el ducado enfeudado a la corona francesa conservaría sus privilegios, usos y costumbres.
¿Qué hizo la nobleza de Bretaña? Se reunió y mandó decir a los revolucionarios: “Si ustedes continuaren en ese camino, nosotros proclamamos la independencia de Bretaña. Porque nosotros teníamos un contrato y ustedes violaron ese contrato. Terminado”. Y estalló una guerra civil.
Suscinio: símbolo de una región orgullosa de su personalidad |
Cuando la Revolución Francesa decapitó al Rey Luis XVI, tres cuartos de los departamentos franceses tomaron las armas, porque los contratos habían sido violados y Francia se sentía deshecha.
Los castillos eran como que los monumentos aseguradores de la alteridad local y de la nación contractual auténtica.
También por esa razón, la Revolución Francesa, consumida por el fanatismo igualitario, quiso borrarlos de la superficie del país.
Esos contratos nacieron del fondo de la realidad y no tenían nada que ver con el artificioso “Contrato Social” de Rousseau que, comparado con los auténticos contratos, se asemeja a una bobada de salón.
Suscinio está ahí recordando esas verdades.
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