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La nobleza pagaba el "impuesto de la sangre": ejercer la Defensa, tareas de Policía, cazar animales dañinos y otros peligros |
Sus privilegios son, antes que nada, honoríficos: derechos de precedencia, etc. Algunos derivan de encargos que la nobleza tiene.
Así, apenas el noble tiene derecho a la espuela, al cinturón y al estandarte, lo que recuerda que originalmente sólo los nobles tenían posibilidad de equipar un caballo de guerra.
Junto a eso él goza de excepciones, que en un principio eran comunes a todos los hombres libres.
Tal es la excepción de la “taille” (impuesto sobre el vino) y de ciertos impuestos indirectos, cuya importancia, nula en la Edad Media, no cesó de crecer en el Siglo XVI, y sobre todo en el Siglo XVIII.
La nobleza tiene derechos precisos y substanciales, que son todos los derivados del derecho de propiedad: derecho de recaudar las rentas, derecho de caza y otros.
Los tributos y los arrendamientos pagados por los campesinos son apenas el arriendo de la tierra sobre la que tuvieron permiso de instalarse, o que sus ancestrales juzgaron bueno abandonar a un propietario más poderoso que ellos mismos.
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Corvea: trabajo obligatorio |
El lejano origen de ese derecho de propiedad se suprimió poco a poco, y en la época de la Revolución Francesa el campesino se juzgó el legítimo propietario de una tierra de la cual era inquilino desde muchos siglos.
Lo mismo ocurrió con respecto a ese famoso derecho de caza, que comúnmente es indicado como siendo uno de los abusos más aberrantes de una época de terror y de tiranía.
¿Qué es más legítimo para un hombre que alquila un terreno a otro, que reservarse el derecho de ahí cazar?
Propietarios a arrendatarios, ambos saben hasta qué punto deben atenerse en el momento en que estipulan obligaciones recíprocas, y este es un aspecto esencial.
El señor no deja de estar sobre su tierra cuando caza cerca de donde vive un campesino.
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Del "Libro de la Caza", de Gaston Phebus, conde de Foix. |
Pero no se puede concebir que ellos lo hayan hecho sistemáticamente, pues buena parte de sus rentas eran resultantes de cuotas en las cosechas, y por lo tanto el señor era directamente interesado en que las cosechas fuesen abundantes.
La cuestión es idéntica con relación a las “banalidades”. El horno o la prensa señorial son, en su origen, comodidades ofrecidas a los campesinos, a cambio de las cuales era normal recibir una retribución.
Todo como se hace actualmente en ciertas comunas, al arrendarse al campesino una trilladora u otros instrumentos agrícolas.
(Fuente: Régine Pernoud, “Lumière du Moyen Âge”, Bernard Grasset Éditeur, Paris, 1944)








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