Éstas son altas, trabajadas, bellas, dignas, altivas. Pero las murallas solas no tienen nada de extraordinario.
Son murallas plácidas, tranquilas, que se extienden como un rectángulo, sin mayores movimientos. Las torres están intercaladas simétricamente, sin mayor fantasía, obedeciendo a una necesidad militar, sin ninguna preocupación estética particular.
Realzando las murallas, está la torre alta, imponente, desafiante. La diferencia de altura y de poesía, de fantasía, de imaginación que va de la torre a los muros es enorme.