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lunes, 23 de febrero de 2015

“Resurrrección” y Cruzada
San Luis, estadista de la Cristiandad 5

San Luis se despierta y anuncia la decisión de partir en Cruzada
San Luis se despierta y anuncia la decisión de partir en Cruzada


Continuación del post anterior: La Corona de Espinas y la Sainte Chapelle


San Luís regresó de Taillebourg padeciendo una disentería que se agravó rápidamente. Ésta había sido la causa de la muerte de su padre, Luís VIII.

La reina madre, Blanca de Castilla, pidió al abad de Saint-Denis – abadía donde reposan los restos de los reyes de Francia – que expusiese a veneración pública el cuerpo del glorioso San Dionisio, protector del reino, así como las reliquias de San Eleuterio y San Rústico, sus compañeros de martirio. San Luís ya había hecho su testamento, y murmuraba en voz baja:

“Miradme. Yo era el hombre más rico y más noble del mundo, el más poderoso de todos por los tesoros, por mi poder y por mis amigos, y he aquí que no puedo obtener de la muerte ni siquiera una tregua, ni una hora a la enfermedad. ¿De qué vale todo eso?”

Cuando él perdió el conocimiento, los médicos anunciaron su fin inminente. El Palacio Real se llenó de lamentaciones, suspiros y llantos. El clero recibió la orden de preparar las exequias. En cierto momento, se creyó que el santo héroe había muerto.

Joinville cuenta: “Él llegó a tal punto, que una de las damas alrededor quiso retirar el paño del rostro, diciendo que estaba muerto. Otra no quiso. Y mientras discutían, Nuestro Señor actuó en él y le devolvió la salud. En seguida que pudo hablar, pidió que le impusiesen la Cruz, y así se hizo. Entonces, al oír decir que él había hablado, la reina madre manifestó el más grande júbilo que podía. Pero cuando supo que el hijo se había cruzado [decidido ir a la Cruzada], como él mismo decía, ella quedó en un estado de luto como si lo hubiese visto muerto”.

Vitral de la catedral Notre Dame de París  representando a San Luis rey
Vitral de la catedral Notre Dame de París
representando a San Luis rey
San Luís IX explicó que Nuestro Señor lo había sacado de entre los muertos para que adoptase la Cruz, formase un ejército y reconquistase Jerusalén, que gemía desde 1187 bajo la tiranía musulmana.

Las reinas Blanca y Margarita, los consejeros reales y las altas autoridades eclesiásticas intentaron de todo para disuadirlo. Pero en vano. Él tenía certeza de que había sido salvado de las fauces de la muerte para cumplir esa misión, y no por una simple misericordia de Dios.

Del antiguo reino de Jerusalén sólo quedaba San Juan de Acre y algunos puertos más, destartalados. El espíritu sobrenatural de la Cruzada estaba muerto. San Luís IX lo resucitaría con el fervor de los tiempos de Godofredo de Bouillon y sus compañeros de expedición.

Reformador sabio y prudente

Previendo una ausencia larga o definitiva, Luís IX quiso, antes de lanzarse en la Cruzada, palpar el estado del reino, dar protección a los más débiles y reconciliar a los poderosos.

En 1247, inspectores recorrieron el reino como otrora los missi dominici de Carlomagno. Dominicanos y franciscanos, Órdenes que vivían un momento de fervor y seriedad, iban en duplas anotando las quejas de los pobres en los campos y en las ciudades, sin tomar contacto con los bailios (gobernadores de provincia, al mismo tiempo jueces, jefes militares y recogedores de impuestos).

La investigación permitió a San Luís modificar el Consejo Real, cambiarles tres cuartos de los bailios y definir los límites precisos de sus poderes.

También moderó los poderes judiciales de la alta nobleza, haciendo que todo el reino pudiese apelar al rey como juez supremo.

El escudo de oro de San Luis
El escudo de oro de San Luis
San Luís también estableció reglamentos relacionados a las costumbres de las corporaciones de oficio – los “sindicatos” de la época – concediéndoles autonomía y estabilidad.

Reorganizó la Intendencia de París y creó una moneda: el escudo de oro y el grand denier de plata para facilitar el comercio, poner fin a los fraudes y moralizar a actividad económica.

Un gobernante de hoy que interviniese tanto en las costumbres del país se tornaría antipático, pero el carisma real y la luz de la santidad del monarca brillaron en esas reformas y él fue bendecido por el pueblo.

El escudo de oro fue la primera moneda, en el sentido moderno, emitida por un rey. En ella estaba acuñado el escudo – de donde el nombre – con el blasón fleurdelisé del santo rey.

El escudo de San Luís fue padrón hasta la Edad Moderna, siendo reeditado por sus sucesores e imitado por obispos, príncipes y señores que emitían moneda, y hasta aún por los Papas, porque era digno de fe y libre de fraude.

¡La moneda fue conservada por muchos como una medalla religiosa! Así, hubo un plebiscito mudo aprobando la confianza de los franceses en su rey.

Continua en el próximo post: Árbitro de la Cristiandad


AS CRUZADASCASTELOS MEDIEVAISCATEDRAIS MEDIEVAISHERÓIS MEDIEVAISORAÇÕES E MILAGRES MEDIEVAISCONTOS E LENDAS DA ERA MEDIEVALA CIDADE MEDIEVALJOIAS E SIMBOLOS MEDIEVAIS

lunes, 9 de febrero de 2015

La Corona de Espinas y la Sainte-Chapelle
San Luis, estadista de la Cristiandad 4

San Luis: estatua de la cripta de la Sainte Chapelle.  Fondo: capilla superior. Corona de Espinas en el relicario actual.
San Luis: estatua de la cripta de la Sainte Chapelle.
Fondo: capilla superior. Corona de Espinas en el relicario actual.
Luis Dufaur


Continuación del post anterior: El banquete de Saumur

Mientras ponía orden en Francia y preparaba la Cruzada, San Luis ejecutó un proyecto que marca a Francia hasta hoy.

En 1239, el Imperio de Bizancio consignó la Corona de Espinas a banqueros venecianos como prenda de una deuda de 135.000 libras tournois. (5).

¡La cantidad equivalía a la mitad de las entradas del reino francés en un año!

Entretanto, si comparada con los presupuestos multimillonarios de los gobiernos actuales, parece pequeña: U$ 33.446.900,00.

San Luis asumió la deuda, con la condición de que la reliquia quedase bajo la guardia de la casa real francesa, en una negociación podría ser comparada a préstamos actuales del FMI y bancos multinacionales.

Firmados los acuerdos y confirmada la autenticidad de la reliquia, ésta fue llevada a Francia por religiosos dominicanos.

 
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