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lunes, 2 de septiembre de 2013

La Torre de los ratones: sonrisa del triunfo de la Iglesia sobre la barbarie

A Torre dos Ratos, posto defensivo avançado do castelo de Ehrenfels, em ruínas no alto
La Torre de los Ratones (abajo) era atalaya del castillo de Ehrenfels (arriba)
El castillo de Mäuseturm, (literalmente Torre de los ratones) es una torre fortificada sobre una isla del Rin, cerca de la ciudad de Bingen. El nombre de esta ciudad quedó famoso porque en ella vivió y está enterrada en un convento muy próximo Santa Hildegarda de Bingen.

La torre fue construida en el siglo XIII para servir de puesto avanzado de defensa del castillo, asaz más importante, de Ehrenfels, en el lado derecho del Rin.

La palabra mausen significa cazar ratones, y sobretodo acechar.

Las palabras Maut y Mautturm significan respectivamente peaje y la Torre del Peaje.

El nombre final de Mäuseturm debe ser interpretado como la Torre del Peaje de Ehrenfels.

La torre habría sido construida por Don Hatto II, arzobispo de Moguncia, en el siglo X.

La leyenda atribuye a ese arzobispo un genio pésimo. Y le atribuye – en una época de mucha hambre – haber negado auxilio a los pobres, mientras sus clérigos estaban llenos.


Como los pobres no paraban de mendigar, el cruel prelado los habría encerrado en una granja y habría ordenado quemarlos a todos.

Oyendo a los infelices gritando de dolor, él habría preguntado cínicamente: ¿”Están oyendo a los ratones gritando allá abajo?”

Dom Hatto II, arcebispo de Mogúncia, comido pelos ratos, segundo a lenda
Mons. Hatto II, arzobispo de Moguncia, comido por los ratones, según la leyenda
Fue en ese momento que millares de ratones salieron un poco por todas partes.

El número era tan asustador, que los empleados del mal arzobispo huyeron.

Don Hatto subió rápidamente en una barca y bajó por el Rin hasta la isla donde ahora está la torre, pensando que ahí quedaría seguro.

Pero los ratones lo persiguieron como movidos por la Justicia Divina y acabaron devorándolo vivo.

La leyenda, a pesar de muy fantasiosa, explicaría el nombre de la isla, e inspiró novelistas anticlericales del siglo XIX.

Pero, volviéndose para la Historia, hubo castillos que en alguna época de su existencia fueron poblados por señores que eran bandidos. Y esto especialmente cuando la Edad Media nacía entre pueblos que todavía no acababan de abandonar la barbarie.

Veja vídeo
La "Torre de los ratones":
y los castillos del Reno
En esos casos, las fortalezas servían de puntos de refugio después de sus fechorías, un poco como en siglos posteriores hubo islas de piratas. En el Rin, algunos de esos señores cobraban peajes injustos a los navíos de comercio o que llevaban pasajeros.

A veces, robaban la carga, secuestraban pasajeros con aspecto de ricos, con el objetivo de cobrar rescate, o mataban los marineros. La leyenda del arzobispo parece aludir a esos tiempos infaustos.

La influencia de la Iglesia Católica fue decisiva para apaciguar esos turbulentos señores.

La predicación del Evangelio, la enseñanza del catecismo, la distribución de los sacramentos y sobre todo el ejemplo de vida de los clérigos, religiosos y religiosas, fueron mudando las costumbres. Y aquellos señores se tornaron más civiles y menos belicosos.

Como resultado de la mudanza de las costumbres, a lo largo del tempo nació en aquellas fortalezas una “vie de Château” (“vida de castillo”) cristiana.

Los señores fueron amueblando y adornando sus castillos, tomaron aires nobles, se civilizaron, consiguieron comprar de verdaderos nobles tierras que conferían un título de nobleza.

A Torre dos Ratos numa ilha do Reno
La Torre de los Ratones en una isla del rio Reno
Al final, el nieto o bisnieto del bandido acabó tornándose un pequeño barón civilizado que ya no robaba más a los vecinos o a los navegantes.

La pintoresca torre sobrevivió a todas las guerras. Fue destruida por los protestantes suecos en 1636 en plena guerra de religión contra los católicos.

Aun volvió a ser destruida en 1689 durante las devastadoras campañas del rey de Francia Luis XIV, que invadió la región de Ranania Palatinado, movido por el espíritu absolutista revolucionario.

El rey Federico Guillermo IV de Prusia, mandó reforzar las ruinas en 1848 e hizo reconstruir la Torre en estilo neogótico, en 1855.

La Torre hoy permanece como una sonrisa de la sociedad orgánica medieval, y un ejemplo del triunfo de la caridad católica sobre la barbarie y el crimen, por fuerza de la gracia y de la práctica de los Mandamientos.

A su vez, la abertura de alma dos los primitivos pueblos que habitaron el Rin bajo la influencia de la Iglesia Católica atrajo las bendiciones del Cielo en la era medieval.

Esas bendiciones contribuyeron poderosamente para inspirar una Civilización auténtica – la Cristiana – de lo que el mundo moderno siente tanta necesidad.




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