“Gregorio es ciertamente una de las más notables figuras de la historia eclesiástica. Ejerció en varios aspectos una significativa influencia en la doctrina, organización y disciplina de la Iglesia Católica.
Hacia él debemos mirar en pos de una explicación de la situación religiosa de la Edad Media; en efecto, si no se tomara en cuenta su trabajo, la evolución de la forma de la Cristiandad medieval sería casi inexplicable.
Tanto cuanto el moderno sistema católico es un legítimo desarrollo del catolicismo medieval, no sin razón Gregorio debe ser llamado también su padre.
Casi todos los principios directivos del subsecuente catolicismo son encontrados, por lo menos en germen, en Gregorio Magno”.1
Él “merece el glorioso título de Magno por todas las razones que pueden elevar un hombre por encima de sus semejantes: porque fue magno en nobleza y por todas las cualidades que vienen del nacimiento y de los ancestros; magno en los privilegios de la gracia con que el Cielo lo colmó; magno en las maravillas que Dios operó por su intermedio; y magno por las dignidades de cardenal, de legado, de Papa, para las cuales la divina Providencia y sus méritos lo elevaron”.2
Lenten Meditation: Sweet Cross of Jesus and My Cross
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